Crítica Teatral: “El Anzuelo”

DEJÁNDOSE PESCAR

Por Silvina Patrignoni

La puesta en escena de la obra El anzuelo, de la dramaturga española Gemma Rodríguez Villanueva, surge de una instancia particular en esta ocasión: es el Trabajo Final de Licenciatura de Gabriela Macheret. No es la primera vez –ni la última, esperamos– que una realización teatral surgida para la acreditación académica del título de la Licenciatura en Teatro, se escabulle de los márgenes estrictamente doctos y traspasa las fronteras para afincarse en el circuito teatral de las salas independientes de Córdoba.

Apenas ingresamos en la sala de Document/A Escénicas, nos topamos con un espacio despojado, desnudo ante nuestros ojos. Pero, como suele suceder en teatro, en esta obra nada es lo que parece. Los vacíos no se llenan con escenografía, sino con las voces de los actores que además, le ponen el cuerpo a Padre, Carol e Irene, tres personajes que se vinculan entrelazando historias y nos interpelan vigorosamente. Precisamente, cada uno nos habla –llenando el espacio– desde sus propios vacíos cumpliendo con una paradoja que enriquece el espectáculo.

La espera, es el leit motiv de El anzuelo, pues cada uno aguarda la inminencia de una situación clave. Sin embargo, lo que se entrevé entre los tejidos de este eje, es la crisis que golpea a cada personaje. La inminencia del cambio a partir de lo que se está por vivir, persiste atada a las consecuencias de lo que se vivenció en el pasado. Por eso, más allá de la interrelación que nuclea a los personajes (Carol –por Gabriela Macheret– es hija del personaje que interpreta Roberto Videla y a su vez vecina de Irene –Patricia Rojo) lo que los aúna en el discurso de la puesta es su devenir, desierto ante el sino que, vigoroso, marcha hacia su desenlace, en el que los personajes se encuentran inevitablemente solos ante sus propias cavilaciones.

El vaivén agridulce de la puesta en escena, se desarrolla así entre la desesperación y la entrega, la reflexión sobre la vida y la angustia existencial de vivirla, el cambio ante el que se encuentran, al acecho de las situaciones y aferrados a los únicos elementos escénicos que se utilizan: tres sillas (dispositivos simbólicos de los temas que se entrecruzan en la trama). En el programa de la obra leemos “El Anzuelo invita a pensar cuál es el mundo hoy, qué ha sido de ese sitio en el que nadie encuentra un lugar” y estamos de acuerdo: en el planteo propuesto, el debate trasciende el drama particular de los personajes para saltar a la platea y ponernos a pensar sin vértigo, en una suerte de tiempo detenido, sobre nuestro propio transcurrir. Devenires pensados, en parte, gracias a la excelente intervención de Roberto Videla que con precisión meticulosa, nos entrega como en ofrenda las líneas de Padre y nos conmueve con su mirada, su gestus, pues con Padre, lo que incomoda acuna a través de su poética actoral en el convivio de esta puesta. Y así, nos dejamos pescar, in fragantti, y tomamos desprevenidos, el anzuelo. En medio de la oleada, la pesca se produce tranquila.

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Obra: El Anzuelo de Gemma Rodríguez Villanueva
Elenco: Gabriela Macheret, Patricia Rojo y Roberto Videla.
Dirección: Marcelo Massa

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