Crítica Cinematográfica: “MONSTERS UNIVERSITY”

EL DESTINO DE PIXAR

Por Lucas Moreno
@lucasmorenob
 

Desde que el estudio de animación fue succionado por Disney, las mentes ingeniosas dejaron de crear universos sofisticados donde cada pieza delirante encajaba con suavidad y encanto. Valiente es el ejemplo bisagra: ahí se aprecia cómo Disney derramó su tinta china sobre los monitores de Pixar.

En Valiente, la deuda con los cantares de gesta es exclusiva de Disney, de su pereza retrógrada, de su fanatismo folklórico. Pixar, en cambio, tiene la excitación de un dios seguro. Inventa personajes en mundos imposibles y coherentes.
Consideremos las escalas en Toy Story. Lejos de ser un apunte rebuscado, las escalas son fundamentales para que los personajes dispongan dramáticamente del espacio. Sin escalas no habría historia: los juguetes no se pierden en la ciudad, se pierden en una desproporción geométrica que vuelve lógico el cuarto de un niño como hábitat natural. Más arrebatos funcionales al argumento se encuentran en el misterio oceánico de Nemo, el postapocalipsis obeso de Wall-E, los autos que se autotrasladan en Cars, o la industrialización de gritos en Monsters Inc.

Pixar dibuja un universo para que de allí se desprenda un guión. Disney opera de otro modo: partiendo de un universo arquetípico, instaurado en el inconsciente colectivo, abre el manual sagrado de Propp y planta un héroe para que haga su recorrido.
La disneylandialización de Pixar, junto a sus cobardes, bochornosas, ultrajantes decisiones empresariales, hizo de los animadores un puñado de neuróticos resignados a re-crear universos con guiones mojados. Todo indica que Pixar ya tuvo su Big-Bang y ahora el reciclaje es ley. Las continuaciones burocráticas de Toy Story, Nemo y Cars camuflada en Aviones, comprueban que el manual de Propp, polvoriento y pesado, aplastó cualquier éxtasis creador.

En Monsters University la hemiplejía es notoria desde la elección del espacio: una universidad con reglas y hábitos calcados de cualquier universidad norteamericana. La ironía es demoledora si recordamos que el espacio de Monsters Inc. era una fábrica de sustos, premisa que proponía una lectura subversiva sobre los miedos infantiles. A medida que avanzaba Monsters Inc., los animadores llenaban de lógica tanto a la comunidad monstruosa como a la fábrica. En Monsters University no sucede nada de eso por dos razones: el mundo de monstruos junto a sus personajes centrales ya fue creado en 2001, y la universidad que contiene a la película no ofrece ninguna relectura, ningún giro, ninguna provocación; su gracia se limita a la más chata parodia.
De hacerse un esfuerzo por desligar a Monsters University de lo que fue Pixar, observándola como película aislada, la vergüenza no sería tanta. Está bien dirigida. El ritmo es impecable gracias a una multiplicación de personajes y gags que no desestabilizan el conflicto. En este frenesí, los dibujantes canalizan su talento a baja escala, componiendo nuevos monstruos y nuevos decorados. Humilde perseverancia y meticulosidad que termina haciendo de la película algo visualmente ingenioso, por momentos estimulante.
Pero la realidad es otra: Monsters University es la manifestación de una nueva política con pánico taquillero. Jamás olvidemos que Pixar ya nos sirvió la torta y esto que estamos viendo son migajas.

Calificación: 4,5 morenaux

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Título: Monsters University
Título original: Monsters University
Año: 2013
País: EEUU
Duración: 108 minutos
Dirección: Dan Scanlon
Guión: Daniel Gerson, Robert L. Baird, Dan Scanlon
Producción: Pete Docter, John Lasseter, Kori Rae, Andrew Stanton, Lee Unkrich, Ricky Nierva
Intérpretes: John Goodman, Billy Crystal, Steve Buscemi, Kesley Grammer, Jennifer Tilly, Frank Oz, John Ratzenberger
Sonido: Tom Myers
Música: Randy Newman
Montaje: Greg Snyder

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