Crítica Cinematográfica: “EL ARDOR”

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LEYENDAS DE PASIÓN + LA DELGADA LÍNEA ROJA + EL LIBRO DE LA SELVA + HOLOCAUSTO CANÍBAL + ANIMAL PLANET

Por Lucas Asmar Moreno
@lucasmorenito
lucasmorenosss

 

 

 

 

Fendrik pasó de la sordidez urbana a la sordidez selvática. Este cambio no lo favoreció. El Ardor es un western ecológico, metafísico, de una solemnidad naturista desconcertante si se tiene en cuenta la filmografía del director: El Asaltante (2007), La Sangre Brota (2008) y el cortometraje Hija del Sol (2010); tres obras de una aspereza contundente, bien perfiladas en su problemática moral. Fendrik investigaba estados alienados, creaba ensayos sobre la marginalidad sostenidos en actuaciones tangibles. Pérez Biscayart escupía cemento; Arturo Goetz componía al mejor criminal dostovieskiano del cine argentino; Mariela Vitale se afirmaba como delincuente para negar su maternidad.

Aquí Fendrik opaca su lucidez ensayística y se acomoda en un maniqueísmo clásico. Los actores se convierten en figuras artesanales para hacer avanzar un relato new age. La bondad y la maldad se dividen como almendras y castañas de cajú. Inclusive hay un malo que se hace bueno para que las categorías anulen cualquier gris. Esta simplificación del ser humano encuentra su correlato en una idealización fanática de la naturaleza, como si en los criterios de dirección se hubiesen pegado fragmentos de Rousseau. El Ardor tiene planos generales impactantes y diálogos obscenos que funcionan como panfleto para mochileros aguerridos. Da la sensación de que Fendrik se obnubiló después de un scouting o de una ingesta de ayahuasca. No habría otro modo de justificar torpezas como un mesías que llega con la corriente del río y tiene en su espalda tatuada la corriente del río.

Los trastornos no están sólo en los detalles. Hay fallas formales graves, una construcción del espacio cinematográfico imposible que genera encuentros y desencuentros asombrosos entre los personajes dentro de una selva amazónica. El tiempo del relato también está borracho y mal dosificado, sin que entendamos cuántos días pasan. El guión desde su epígrafe propone una ingenuidad mágico-chamánica-redentora que no encaja con las imágenes crueles de Fendrik, quizá la zona donde mejor se hace presente el director. Las líneas argumentales buscan amparo en los tópicos del western, pero el género no termina de engendrar a la película, como si Fendrik no negociara sanamente con su propuesta. Hay escenas manipuladoras (el machetazo al anciano), prescindibles (una emboscada con cañas de bambú), absurdas (la aparición fantasmal del tigre asesino) y vergonzosas (un acto sexual tan poco erótico que podría ser la escenificación de una emisión en Pare de Sufrir). Aunque la secuencia final es la más lograda, se desliza involuntariamente a un tono seudocómico que la emparenta con una película de Mi Pobre Angelito.

Quizá dentro de todos estos problemas, el más esclarecedor sea el montaje. El Ardor sirve para explicar lo que es un fundido cruzado, recurso vicioso y abusivo. La somnolencia o rareza que generan los entrelazamientos hace pensar en un daño colateral, en una solución desesperada para ocultar bajo un halo de narcosis la inconsistencia del material. Ojalá Fendrik vuelva a la locura del smog y los bocinazos, territorio que demostró conocer mejor. Es un buen cineasta. Dejemos que esta película se desvanezca como Gael García Bernal.

Calificación: 3,5 búhos

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Título: El Ardor
Título original: El Ardor
Año: 2014
País: Argentina, Brasil
Duración: 110 minutos
Dirección: Pablo Fendrik
Guión: Pablo Fendrik
Producción: Gael García Bernal, Juan Pablo Gugliotta, Natalia Videla Peña, Axel Kuschevatzky, Oriana Castro
Intérpretes: Gael García Bernal, Alice Braga, Chico Díaz, Claudio Tolcachir, Jorge Sesán, Lautaro Vilo, Julián Tello
Dirección de Fotografía: Julián Apezteguía
Dirección de Arte: Micaela Saiegh
Sonido: Leandro De Loredo
Montaje: Leandro Aste

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