SIMPLES TESTIMONIOS DE UNA VITALIDAD CONTINUA
Este Sábado 21 de Mayo a las 12 hs. la Galería de Arte Marchiaro inaugura «En el cielo los poetas», una nueva exposición de 30 óleos verticales de Remo Bianchedi, producidas estos dos últimos años, simples testimonios de una vitalidad continua.
«En el cielo los poetas» esta conformada por 30 paisajes verticales en los cuales Remo Bianchedi continúa el trabajo de los paisajes de “Ni cielos ni montañas” (Marchiaro, 2014) pero al cambiar el formato y hacerlo vertical el artista otorga al paisaje un status de retrato y de este modo lo resignifica. En esta serie, además, lo despoja de toda figura. No se ven casas ni puertas ni construcciones ni caminos, ningún rastro humano. El paisaje retratado es siempre el mismo: atardeceres vistos desde una ventana de su casa de Cruz Chica la que Bianchedi llama “el Gran Vidrio”. Pero ¿qué es lo que se intenta retratar?
El texto del catálogo, escrito por María Eugenia Romero detalla que: «En una monografía de 1902 sobre la colonia de artistas instalada en Worpswede, en la Baja Sajonia, Rilke, el poeta, se pregunta: ‘¿Hay algún paisaje sin figuras que no esté del todo lleno por hablar de quien lo ha visto?’. Si esto así fuera entonces el paisaje no sería un objeto en sí mismo sino el espejo que cristaliza en pigmentos, luz, y materia, una manera de alguien que ve. Pero un espejo no es siempre la imagen distorsionada de algo sino también el símbolo de una continuidad, una realidad que significa».
En DC , Paraíso, III,10-18, Dante peregrino ve unos rostros que parecen reflejos. “ Como por vidrios transparentes o tersos/ o por aguas nítidas y tranquilas, /no tan profundas que el fondo sea oscuro, /vuelven los contornos de nuestros rostros /tan débiles que una perla en blanca frente /no llega menos rápido hasta nuestras pupilas, /así vi varios rostros dispuestos a hablarme /por lo que caí en el error opuesto /que encendió amor entre el hombre y la fuente.”
Dante se da vuelta pensando que a sus espaldas están los rostros reflejados pero no ve nada. Beatriz le explica entonces que lo que ha visto como reflejo es precisamente lo real y esos reflejos materializan en un orden menor el esplendor de la gloria divina.
De la misma manera, quizás, eso que refleja el paisaje no es una distorsión ni una mímesis de lo que se ve afuera. Solo hay que permitir que lo que se ve simplemente acontezca porque eso reflejado es lo real en tanto que posee una verdad.
Los paisajes descubren nexos constantes.
Todo es fluido allí.
En esta muestra, los paisajes no son fondos, tampoco ellos dan cuenta de una naturaleza tremenda que abruma. No hay en estas obras un afán naturalista, ni denotan un gesto expresionista del artista. Tampoco un afán objetivista ni un deseo de descomponer la naturaleza con el fin de recrearla.
Se trata de 30 pequeños trabajos. Aun cuando haya chispas estridentes de algún amarillo o de un naranja o un azul, o cierto inusual trabajo matérico, sin opinar, van develando la continuidad inagotable de todo lo existente, apelando incluso a lo humano -claro- porque el hombre también forma parte de ese todo que fluye. Aunque no esté allí representado, se respira….
El artista ha cumplido un rito, ha realizado un proceso de días y días de “pintar invisible”. Horas sentado frente al Gran Vidrio observando siempre el mismo paisaje mirando para afuera pero también mirándose a sí mismo madurando el momento en que se levantará, caminará del sillón al taller y se arrodillará sobre su acostumbrado almohadón. Y como si rezara se dispondrá a cumplir con el acto de pintar como quien celebra una ceremonia. Comienza la pintura que plasma en la tela el rito, renovando así esa continuidad perpetua.
El paisaje que vemos está lleno de ese recogimiento.
Pero capta también la naturaleza plena en su efímero discurrir que sin embargo cíclicamente se repite y es en ese discurrir que revela sus grandes nexos, su eternidad.
Sin cortes ni separación, el paisaje habla también de quien lo ha visto y como en las cuevas de Chauvet el artista pinta a fin de incorporarse él mismo en alguna parte de esos nexos.
Son Dämmerung, atardeceres vibrantes, acontecimientos. Árboles, follajes y nubes. Legalidad inexorable ajena a todo principio de voluntad.
Y esos hilos de continuidad se refuerzan porque cada paisaje/retrato lleva un nombre. Un nombre de Poeta.
Se podría decir que estos Poetas son solo un vínculo emocional con el artista y que le sirven nada más que de puntos de partida, pero ocupan curiosamente el lugar de un dios…En el Cielo los Poetas…. Y entonces aquí, Arte, Poesía y Naturaleza son shifters, daímones, vehículos.
Los Paisajes no son paisajes ni son retratos. Son todo eso y no lo son. Y son mucho más también.
Remo Bianchedi insiste en que su arte es arte de concepto. Como materia oscura lo que se plasma en una acción o en un obrar de arte es aquello invisible que lo cohesiona y le da forma y le permite ser. Para verlo necesitamos de la luz pero lo más rico es siempre lo que nos queda rezagado, lo que permanecerá oculto.
Y entonces es cuando nombro cada obra con la antorcha del nombre de su Poeta: Michaux, Lucrecio, Yupanqui, Heraud, Tzara. Eliot, Thomas, Romero, Basho, Virgilio, Urondo, Ovidio, Donne, Williams, Novalis, Cohen, Elytis, Borges, Fijman, Jacob, Ungaretti, Rimbaud, Holderlin, Homero, Dante, Fidalgo, Cardenal, Bustriazo Ortiz, Laforge, Whthman.
+ Información:
www.galeriamarchiaro.com.ar
Inauguración: Sábado 21 de Mayo :: 12 hs.
Clausura: Martes 14 de Junio
Horarios: lunes a viernes :: de 10 a 13 hs. y de 16:30 a 20:30 hs. | sábados :: de 10 a 13 hs.
Lugar: Marchiaro Galería de Arte (Belgrano 609)
Entrada libre y gratuita