MARULL SE PONE LOS PANTALONES
«El mundo es un gran teatro, / y los hombres y mujeres son actores. / Todos hacen sus entradas y sus mutis / y diversos papeles en su vida” (Shakespeare, Como gustéis).
Es así, para poner en escena ciertas temáticas hay que tener los pantalones bien puestos, como se suele decir. Al parecer, Gonzalo Marull no se achica ante ninguna disposición políticamente correcta. En la obra, se pasa revista a asuntos vigentes del contexto, a zonas de disputa de la vida en La Docta cotejada en la obra de Marull a una comedia…y ubicada en el ojo de la tormenta.
El autor dice que se inspiró en Thomas Bernhard (autor austríaco de renombre), algunos dicen que es su esquizofrenia, otros aducen que por ególatra, el creador resuelve que dos personajes (desdoblando amores y odios) se nominen Gonzalo (el director) y Marull (el dramaturgo). Preferimos atender a la valentía, al riesgo que esto sugiere y pensar que GM propone un juego que fusiona realidad y ficción, argumentando a través de los personajes en forma contradictoria –y humana– cuestiones que él mismo se pregunta y sobre las que él reflexiona. Está bien, dirán que eso siempre sucede, que un creador lo que suele hacer es “escucha atenta” de lo que en la sociedad discurre y de allí que sus íntimas cavilaciones son disparadores para escribir una obra, para montar una escena. Lo que aquí señalamos es el valor de disponer argumentos tangibles y concretos en boca de personajes que –no es un detalle menor– se llaman como el creador del texto y director de la puesta, funcionando como bisagra entre mundos, ideas y realidades; y aduciendo a esas varias partes que componen a una persona, a la camaleónica figura que se impone en la vorágine que implican los roles múltiples de un teatrista independiente.
El trabajo de esta obra rememora una matriz cordobesa de gestar espectáculos. Lleva –aunque en el inconsciente, tal vez– una práctica propia del teatro político (no confundir con panfletario) que solía poner sobre el tapete asuntos precisos en el momento en que se manifestaban las disquisiciones. Si Gonzalo Marull se identifica con Bernhard, o si toma la alegoría del Gran Teatro del mundo de Calderón o la shakesperiana no nos importa, lo que nos queda vibrando en el cuerpo es la identificación de diversos procesos de nuestras calles, el recordatorio del año eleccionario y de lo que sucede en el circuito teatral.
La obra está cargada de pasiones y, aunque se lleve en modo austero la partitura escénica, esto envuelve a los participantes durante el acontecimiento teatral. Destacamos el uso del “tomate loco” -símbolo risueño de Córdoba y sus peatonales-. Estos objetos están dispuestos como autores, actores, y demás agentes del campo teatral que caen, transmutan y vuelven a formarse /deshacerse ante nuestros ojos. La imagen del final (post-obra) sin duda es la más contundente: Gonzalo Marull mientras saluda a quienes se han quedado, vigila de reojo esos tomates, se disculpa y va a recogerlos, ayudando a los que ya están en plena tarea de recuperación de utilería. “En el estreno, la gente se los llevaba de souvenir” nos comenta al pasar y raudo -como buen artista independiente- corre a proteger los bienes del equipo, esos “tomates locos”; símbolos de lo que fue y será, signos del devenir… souvenires del convivio que flotan en la zona de experiencia, todavía tibia, que perdura de la función.
Agradecemos a Gonzalo Marull por cedernos las fotos
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Obra: Comedia cordobesa de Gonzalo Marull
En escena: Valentina Calvimonte, Franco Cuello, Pablo Martella y Jorge Monteagudo
Realización de utilería: Cecilia Astini
Diseño y operación de luces: Emilio Díaz Abregú
Diseño gráfico: Florencia De Lorenzi
Secretaria ejecutiva: Natalia Di Cienzo
Asistente de Dirección: Romina Ise
Dirección: Gonzalo Marull