Crítica Cinematográfica: “TABÚ”

MEJOR CALLAR

Por Lucas Moreno
@lucasmorenob
 

Algunas películas vienen con su valoración incrustada. Coerción de una crítica especializada que imposibilita entrar virgen a la sala. Tabú sería un caso ejemplar: la exaltación fanática y colectiva hace culposo cualquier juicio negativo y personalizado.

La película arranca con una falsa película, después toma otro rumbo y finalmente gira a un último relato que conecta con la falsa película. Semejante tontería del cine dentro del cine es una fragancia narcótica para el crítico o el cinéfilo. Trampa psicoanalítica que inventa una fantasía donde son partícipes, porque además de espectadores al cuadrado, los críticos y cinéfilos se elevan a un tercer nivel exclusivo y redundante: la voz autorizada que descubre y exalta el metadiscurso. Se trataría de una interlocución mágica, tribal, propia de unos chamanes que beben cinefilia.

Que suceda con La invención de Hugo Cabret no es grave. Con Tabú sí, porque su deficiencia está precisamente en el relato dentro del relato. Dos mitades simétricas. La primera es perezosa, insulsa, indecisa, cansada, oscura, experimental. La segunda es fluida, concentrada, intensa, misteriosa, emotiva, contundente y con un diseño sonoro genial. En Tabú hay dos mitades: la mitad 1 no sirve, la mitad 2, sí.

La función formal de la mitad 1 sería presentar a una vieja paranoica que después, en su juventud, protagoniza un relato clásico de amor. Igual a Titanic pero escondiendo su cursilería, como las manos manchadas de un niño que arrancó sin permiso un pedazo de torta. Entonces, considerando que la mitad 1 busca la complicidad del espectador para viajar al pasado en la mitad 2, no justifico que Miguel Gomes abuse de su duración e invente escenas tan inconexas como crípticas. Veinte minutos, máximo, bastaban para demostrar que la vieja actúa bien y que nos intrigará el relato siguiente. Nadie festeja ni promociona la mitad 1 de Tabú. Lo bueno es la historia romántica, cuidadosamente organizada, con tiempos justos para enroscar la trama, desarrollar buenos personajes secundarios, crear un contexto interesante y llegar a un clímax poderoso.

Un amigo coincidió en la zoncera de la mitad 1, pero me explicó que Gomes propondría al principio un relato sin combustible, con personajes que apenas se quieren, para acentuar el contraste en la mitad 2. Así, nuestro presente sería abúlico mientras que en el pasado el amor vibra. Esta explicación me convence y me hace odiar más a Tabú; su idealización de una época perdida es hipócrita y la lleva a tomar decisiones estéticas horrorosas, como el uso del blanco y negro y el formato 4:3. Dos componentes que sencillamente afean la película. O peor: la hacen histérica al presentarnos un mundo que sabemos extenso y colorido pero vemos monocromo y compacto.

En la mitad 2 hay un cocodrilo bebé, ése que aparece en algunos afiches. Es la mascota de la protagonista. La cámara lo captura con misticismo, aunque el mérito es más del reptil que del director. Este cocodrilo bebé aparece con frecuencia y podrá metaforizar muchas cosas, tal vez que no podemos domesticar aquello que será salvaje y peligroso, pero entonces mis interpretaciones empiezan a ser tan libertinas como las locuras metadiscursivas que entronizaron a esta semi-película.

Calificación: 2,5 morenaux

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Título: Tabú
Título original: Tabu
Año: 2012
País: Francia, Brasil, Portugal, Alemania
Duración: 118 minutos
Dirección: Miguel Gomes
Guión: Miguel Gomes, Mariana Ricardo
Producción: Luís Urbano, Sandro Aguilar, Bruno Duarte
Intérpretes: Teresa Madruga, Laura Soveral, Ana Moreira, Henrique Espírito Santo, Carloto Cotta, Isabel Muñoz Cardoso, Ivo Müller, Manuel Mesquita
Dirección de Fotografía: Rui Poças
Dirección de Arte: Silke Fischer
Sonido: António Lopes
Montaje: Telmo Churro, Miguel Gomes

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