LOS CORTOS DEL BAFICI 16
Por Lucas Asmar Moreno
@lucasmorenito
Las funciones de prensa para los cortos del BAFICI son tristísimas: las salas no cuentan con más de 15 periodistas que espían la grilla de programación con la luz del celular y se levantan.
En esta edición 2014, los cordobeses organizaron una fiesta que bautizaron CORDOBAFICI y en la que figuraba Martín Piroyansky, algo así como un átomo porteño. La fiesta era un viernes a la noche y al día siguiente proyectaban temprano la segunda tanda de cortos. Les expliqué a mis colegas por qué me iba antes de que la fiesta explote y me recomendaron no ser tan boludo, porque madrugar para ver cortometrajes es síntoma de no entender un festival. Así que las salas vacías, más el despropósito de abandonar una fiesta, más el alevoso vacío periodístico de la competencia, me llevan a concluir que los cortometrajes están malditos.
Maldición que hará de su sección algo ridículo y solitario. Pareciera que la duración se impone como parámetro de estatus; lo que dura menos es menor. Tales partículas flotando en el inconsciente colectivo incentivan a que los cortometrajes busquen el ingenio en detrimento del genio. Ni una sola palabra de amor, del Niño Rodríguez, es un ejemplo de bestialidad cinematográfica: su única gracia recae en una puesta caricaturesca que potencia un audio verídico, como un librito para colorear. Más que cine, en ese corto había un oportunismo deudor del Tano Pasman.
La limitación temporal tienta a que los realizadores se refugien en artilugios formales, pirotecnia express, reglas vagas de género, remates semejantes a chistes de sobremesa, hermetismos solemnes, bajadas de línea grotescas o locuras de videoarte. El cortometraje se convierte en una pastilla efervescente.
Un buen cineasta debe amigarse con el tiempo escaso. Postular una identidad cinematográfica en menos de 30 minutos es complejo. La batalla estará perdida si el cineasta pretende demostrar quién es en lugar de concentrarse en los recursos formales que sostienen su anécdota. Los malos hábitos se refuerzan por esa manía de ver en el cortometraje un semillero de realizadores y no entidades autónomas. Una proyección de cortos no difiere en nada a hojear un catálogo de modelaje. La coronación del festival completa el imaginario.
Durante el BAFICI 16, los cortos más revisados por imposición fueron los institucionales de Cohn y Duprat. Proviniendo de ellos, manejaban una travesura demasiado tibia. ¿Qué pretendían con la esgrima del oso? Ese primer plano del peluche con lente macro tenía un estabilizador muy notorio. Lo del ping pong se caía a pedazos sin el carisma del bebé de Esteban Lamothe. El bowling de Enrique Piñeyro funcionaba teniendo presente The Rati Horror Show. Aunque más que cortos, debe aclararse que estos institucionales entran en el subgénero del videominuto. Subgénero que, en el 90% de los casos, deja pasmado al espectador.
Tanta divagación sobre la metafísica del cortometraje no rinde como cobertura periodística. Me concentro directamente en una micro-reseña por cada trabajo exhibido en la competencia. Como son un total de veinte cortos, no puedo excederme tipográficamente. Las impresiones serán austeras y mercenarias y recomiendo no tomarlas muy en serio.
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Los Limpiadores, de Lucía Cavallotti – 2014 / 9’
Empieza con una explosión que me hizo acordar a Comodines, de Adrián Suar. Después todo deriva en un insólito Mortal Kombat con poca profundidad de campo, donde las integrantes de un grupo mafioso tienen desacuerdos morales. La directora tampoco se puso de acuerdo consigo misma.
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Lo que dicen del monte, de Octávio Tavares y Francisca Oyaneder – 2013 / 23’
Misteriosamente se llevó el primer premio. Hay un bosque húmedo, penumbra, tres adolescentes y ese juego sonoro que tanto le gusta a la narrativa confusa. La mística dark con la que filmaron el bosque parecía una re-versión misionera de La Aldea, de Shyamalan. También guarda parentesco con Noche (2013), de Leonardo Brzezicki, exhibida en el BAFICI 15, y con Algunas Chicas (2013), de Santiago Palavecino. En conclusión: el primer premio fue para una de terror japonés hecha en Argentina.
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Numen, de Natalia Bianchi – 2014 / 24’
Quise creer que se trataba de una parodia con pésimo gusto, pero va en serio: este corto es un panfleto sobre una iglesia llamada Visión de Futuro. Nos obligan a escuchar por media hora testimonios disparatados de personas salvadas por la fe. Anacronismo. Sobredosis de grano. Fealdad en cada encuadre. El Mamarracho del festival. Imperdonable. Lo único que justifica su existencia es que haya sido financiada por la iglesia en cuestión, o que la directora sea una fanática religiosa resguardando su virginidad para la noche de bodas.
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Salers, de Fernando Domínguez –2014 / 9’
Una gutural voz en off exprime la elegancia del idioma francés. Sobre esta voz en off, que serviría para el segmento de un programa de FM, se superpone un collage inconexo y agobiante. Todos estos trucos de post-producción son la curita de un tajo narrativo.
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Caracoles y Diamantes, de Paola Michaels – 2014 / 8’
Hay imágenes de moluscos plagiadas de National Geographics. Comienza narrándose con precisión científica y humorística. Después los caracoles se estancan y la directora se pierde en un surrealismo demodé. Una pena. La secuencia de los diamantes en la playa es espantosa.
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Hilda, de Daniela Goldes – 2014 / 10’
La hija de un nazi cuenta su versión de los hechos para demostrar que la historia tiene matices. Al documental se le intercalan animaciones muy bonitas. El problema está en la decisión de poner a cantar en alemán a su protagonista. La vieja nazi desafina tanto que seguimos bancando a los judíos.
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Primeras Luces, de Joaquín Lucuix – 2013 / 21’
Una dirección de arte pobre. Hay cierta escena en una comisaría que es una clase magistral de mala actuación y falta de timming. El corto trata sobre una madre desorientada que sale con su marido en busca de la hija perdida. Tiene detalles incomprensibles como una pareja gay cogiendo en un auto. Los primeros segundos están poderosamente musicalizados en compaginación milimétrica con las imágenes. El final, sin embargo, es obvio y moralista. Su sordidez trabajada fuera de campo fue lo único que me cayó simpático.
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Ahora es Nunca, de Pablo Acosta Larroca y Nicolás Aponte A. Gutter – 2014 / 29’
Uso del encuadre supremo, a pura destreza y geometría. Este corto tiene tanta autoridad visual que uno perdona su trasfondo zonzo y cursi. Gran logro de los directores: convertir una ciudad tapada de graffitis en un universo abstracto y psicodélico. La historia expulsa a los personajes de la realidad para insertarlos en una fantasía urbana patológica. Los actores, sobre todo el protagonista, están perfectos.
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La lengua que se comió el gato, de Gabriela Coka – 2014 / 11’
No sé quién fue el foquista pero hizo un desastre. Tampoco sé si contrataron a un coach infantil pero si lo hubo, también hizo un desastre. Todo esto es intrascendente considerando que el guión no tiene sentido.
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Backwards, de Sol Muñoz y Ana Apontes – 2014 / 14’
No quiero decir mucho sobre este corto porque fue el representante cordobés en la competencia. Muestra a dos actores fotogénicos deambulando por un pueblo.
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Viernes 20:15, de Agustín Burghi – 2014 / 9’
Recorremos el interior de un tren que nunca llega a destino. Hay momentos impresionantes pero no es mérito del director, sino de los pasajeros del tren que están yendo a visitar una cárcel de máxima seguridad. Los familiares de presos siempre tuvieron el don de cautivar; aceptan la ilegalidad del mundo y conforman una humanidad heterodoxa y alternativa.
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Miguelina, de Pablo Stigliani – 2014 / 12’
Ni en los cumpleaños de 15 se usa tipografía tan espantosa. Este corto cae en el vicio de sostenerse gracias a la excentricidad de su no-actriz, una abuela llena de viveza criolla que presta su nombre para el título. Sin las ocurrencias de Miguelina, ninguna escena resiste 30 segundos. La postura políticamente incorrecta de la historia es un merengue auspiciado por Virginia Lagos.
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Mala Letra, de Marcos Meconi – 2014 / 16’
Salvo el protagonista, todas las actuaciones son imposibles. Hay una errada intertextualidad con Rimbaud, quien no descansará en paz mientras este corto siga reproduciéndose.
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Tornado, de Ignacio Ceroi – 2014 / 20’
Anti-homenaje a Martín Rejtman. Una falta de respeto. Falla en su estructura rizomática y los diálogos fueron escritos sin el menor tacto musical. La producción no invirtió en una corrección de color necesaria. Al final se supone que un tornado arrasó un pueblo entero pero vemos las casas destruidas mientras que los árboles siguen intactos. La magia negra del cine.
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No sé María, de Paula Grinszpan – 2014 / 15’
La premisa del guión es seductora: una chica se obsesiona con el suicidio de un empleado de un call center. El inconveniente es que la directora filma con un método blando y clásico, sin neurotizarse junto a la protagonista. El corto termina en una plaza, al atardecer, con un hippie tocando la guitarra. Eso me deserotizó. Después, al término del festival, le dieron una mención y recuperé la libido.
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Rockero Reyes, de Romina Cohn – 2014 / 22’
Que el jurado le haya dado una mención a este cachivache inspira prender fuego una maternidad. Nada bueno puede decirse de algo que parece filmado a principios de los 90 y que tiene problemas de sonido, continuidad, actuación, montaje, fotografía, arte y todo lo relacionado con el cine. Le pregunté a la directora por sms el año de rodaje y jamás me contestó. Hay certezas incontrolables: Rockero Reyes es un corto malo y barato que Carlitos Balá hubiese filmado mejor.
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La Reina, de Manuel Abramovich – 2013 / 19’
Un jurado cobarde le dio el segundo premio. Este documental es lo mejor que se vio en la competencia. De un humor naïf se pasa lentamente a una crueldad monstruosa. Estamos ante un cuento de hadas que invierte su lógica redentora. Cada decisión formal es inteligente, como poner fuera de cuadro a los adultos, igual a los dibujos animados. La vaga rutina de Memi, la protagonista, parecería anexada para cubrir minutos, pero luego se resignifica y completa el folklore ridículo de una vida cotillonesca. Lo que impacta del corto es la ambigüedad de la nena: su deseo confuso, su lucha entre el padecimiento físico y el chip insertado de una distinción mágica. Estos dos elementos hacen que el corto no tenga una bajada de línea directa y escape a lo políticamente correcto, tentación servida por su temática de explotación infantil. La Reina es un retrato de histeria social. Provoca una risa incómoda, el estupor de testimoniar situaciones extremadamente absurdas y reales. Obra maestra que nos enseñará hasta el fin de los tiempos a estructurar un relato contundente con material documentado.
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Sobre la hora, de Pablo Fernández – 2014 / 14’
Hace falta reflexionar sobre una generación de actores/realizadores como Martín Piroyansky, Iair Said, Malena Pichot o Martín Garabal, porque están trazando un estilo humorístico interesante. Te sirven un cóctel de cinismo, psicoanálisis, agresividad moral, apatía tierna, parodia al cuadrado y autoconciencia despiadada. Su mejor exponente está en Cualca! o en 9 Vacunas. Es muy obvio que el corto en cuestión quiere formar parte de este grupo, con la angustia de ser el amiguito elegido al último en los partidos de fútbol. La preocupación del director por ser gracioso y original destiñen su intención. La supuesta improvisación en los diálogos hace que el corto le pertenezca más a los actores y que el resultado sea dudoso, frágil e inestable. La fotografía, sin la intromisión actoral, quedó suprema.
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Groenlandia, de Lucía Gasconi – 2014 / 15’
Hija cuida a padre enfermo interpretado por Germán Da Silva, que apareció en casi todas las películas argentinas del festival. La narración es precisa y a tono, y el desenlace es éticamente arriesgado. No entendí la conexión con Groenlandia hasta leer la sinopsis del catálogo.
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El Valle Interior, de Alejandro Telémaco Tarraf – 2014 / 16’
Me indignó que la competencia de cortos culmine con este insecto mutante que reúne lo peor de Lisandro Alonso, Gustavo Fontán, Aleksandr Sokúrov y Atahualpa Yupanqui. No sé si se debió a un error de proyección pero el corto estuvo desenfocado y me hizo doler la cabeza. Es cruel que en el subsuelo del Village no tengamos señal para tuitear en casos como éste.
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