CÓRDOBA DE LOS BUENOS AIRES
Última semana de mayo. Camino las calles de Buenos Aires y respiro todo su encanto metropolitano. Las noches porteñas son de las más lindas. El aire corre fresco y húmedo. Se pega en la piel como cada rincón de la ciudad. Y es extraña la paz que a mí me genera el andar por aquellas calles. No importa qué día de la semana sea, en Buenos Aires siempre hay alguna sala de teatro con sus puertas abiertas y filas larguísimas de personas urgiendo ingresar.
Entre los diversos destinos teatrales que elijo, decido detenerme aquí en dos de ellos: dos espectáculos teatrales con una pequeña particularidad. Uno de ellos, El Puente (obra que se presenta en el Teatro del Pueblo), tiene entre su elenco algunos jóvenes actores cordobeses que viven actualmente en la capital Argentina. El otro, Mariposa de pies descalzos, es una obra breve (parte del ciclo homenaje al Teatro Abierto que se lleva a cabo en el Teatro del Picadero) escrita por un cordobés y que nos habla, en cierta medida, de Córdoba y su teatro.
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“EL PUENTE”
VA A SER TAN LINDO HACER UN PUENTE DE VERDAD
“Si algo callé / es porque entendí todo / menos la distancia.”
Gustavo Cerati, Puente
El umbral de una puerta de casa antigua. Varios muchachos con vestimenta de décadas pasadas se reúnen frente a ella a conversar, a reírse, a pasar las horas. Esperan, mientras el cielo no oscurezca y una tormenta se avecine, a su amigo Andrés para jugar un partido de fútbol. Andrés es un obrero que trabaja en la construcción de un puente y aún no regresa a su hogar. Su madre lo espera. Espera ansiosa a que llegue con el salario correspondiente que la ayude a pagar sus deudas urgentes. Su hermana lo busca mientras se queja de las deudas urgentes y de no poder pagarlas. Se queja, ante todo, de que haya quienes nunca tengan deudas urgentes, de que algunos más las tengan en ocasiones y puedan pagarlas sin problema y de que otros, como ellos, se encuentren siempre con (como uno diría por ahí) “el agua al cuello”. Van a ser las once y Andrés no regresa.
Se abre la puerta. Una mujer se asoma a reclamar por el barullo que la barra de amigos provoca y que por qué no se van a otro lado si no tienen nada mejor que hacer. A ella le molesta que los muchachos no tengan nada mejor que hacer. A ella le molesta que los muchachos no trabajen, o al menos que parezca que no trabajen. En realidad ella no los conoce tan bien. Apagón. El interior de una casa antigua, impecable, luminosa y en la que se luce un sillón verde inglés precioso. El detrás de la puerta sobre la que pasan sus ratos de ocio los mozos de la cuadra. Un joven, que no parece tener tan claro su rumbo, flirtea con alguien más a través de un teléfono negro a disco. Elena, su hermana, la misma que se asomaba antes por la puerta, le prohíbe su uso. Elena espera el llamado de su esposo. Espera el regreso a casa de su esposo, Luis. Luis es ingeniero y hace meses trabaja en la construcción de un puente; ese mismo puente del cual Andrés es obrero. Van a ser las once y Luis no regresa.
Entre lo que sucede adelante y atrás de una puerta móvil (cuidadosamente construida en todos sus detalles) la historia se muestra desde dos espacios: desde la calle y desde el interior del cómodo hogar de una familia acomodada. De este modo la puesta en escena de El Puente nos enfrenta a dos caras de una sociedad que se ha dividido por sus ganancias económico-materiales, pero llega aún más lejos. El texto de Gorostiza, escrito allá hacia finales de la década del ’40, trasciende toda época y lugar y nos confronta a una condición intrínsecamente humana: nuestra manía de marcar las diferencias y hacer uso y abuso de nuestro poder. Sí. Pero los actores en escena se animan a romper las barreras que nos dividen social, histórica y culturalmente y nos muestran, además, cómo los cuerpos se pueden quebrar y las almas desgarrarse sin importar demasiado cómo vistamos o sobre qué mesa comamos.
En El Puente se entrecruzan una multiplicidad de puentes que conforman el hecho teatral y me conforman a mí junto a él. Hay un puente de 700 km. desde mi Córdoba natal hasta el Teatro del Pueblo que construyo junto a las tonadas cordobesas que dejan arrastrar inconscientes algunos actores coterráneos (tonadas que, quizás, no estaría tan mal que dejen de ser vedadas). Hay un puente de ficción que parece no terminarse nunca y es alegoría de otro puente que evidentemente jamás, como sociedad, terminamos de construir sólidamente; que es apenas un puente frágil, que pende siempre de un hilo. Un puente dispuesto a romperse, a mojarse y deshacerse, a volarse y camuflarse con una brisa, un puente de papel. Y hay un puente imaginario que cruza horizontal del escenario hasta la sala con el cual, me animo a decir, durante dos intensas horas podemos desnudar nuestra esencia, subirnos todos a él y lograr por un momento que ya no exista distancia alguna.
Dirección: Leopoldo Minotti.
Elenco por orden alfabético: Martín Althaparro, Marcelo Beltrán Simó, Gustavo Brenta, Matías Broglia, Emmanuel Bufali, Roberto Cappella, Cruz Carot, Marcos Horrisberger, Laura Ledesma, Matías Leites, Nicolás Mascialino, Alicia Naya, Verónica Parreño (reemplazo), Cecilia Rodríguez, Guillermo María Rosasco.
Diseño de escenografía y vestuario: Silvia Rodríguez.
Realización escenográfica: Néstor ruso.
Música original y diseño sonoro: Santiago Barceló.
Diseño de luces: Laura Melchior.
Operación técnica: Nayla Perissé.
Producción general: Cooperativa El Puente.
Producción ejecutiva: Verónica Parreño, Coop. El Puente.
Prensa: Octavia comunicación.
Fotografía: Puerta del Sur producciones.
Diseño gráfico: Roberto Cappella y Ma. Eugenia Gómez.
Asistente de dirección: Verónica Parreño.
Fecha: Lunes de Julio :: 20 hs.
Lugar: Teatro del Pueblo (Av. Roque Sáenz Peña 943 – Ciudad Autónoma de Buenos Aires)
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“MARIPOSA DE PIES DELCAZOS”
SEÑORITA SIN ZAPATOS
“Yo te conozco de antes/ desde antes del ayer
(…) llevo tus marcas en mi piel/ y hoy sólo te vuelvo a ver.”
Fito Páez, Mariposa Tecknicolor
Durante el mes de mayo en el Teatro El Picadero se presentó, dentro del ciclo de obras breves en homenaje a los treinta años de Teatro Abierto, Mariposa de pies descalzos del dramaturgo cordobés Luis Quinteros. En Mariposa de pies descalzos Inés, una acomodadora de teatro, es la protagonista. Pero ella no es cualquier acomodadora, es la acomodadora de uno de los teatros principales de la ciudad de Córdoba. Un teatro clásico, a la italiana, con hermosos palcos y gran escenario. Un teatro similar al Teatro Colón porteño pero a pequeña escala. El teatro oficial más importante de una ciudad a pequeña escala.
Inés es perfeccionista, un poco obsesiva y padece de cierto pánico escénico aunque su labor se desarrolle debajo del escenario. Llega temprano a su lugar de trabajo, le gusta caminar descalza por la sala y subir así los pocos escalones de mármol que hay en la entrada del teatro. No lo nombra pero, pienso mientras escucho el texto en voz de la gran actriz Ingrid Pelicori, “ese es el Teatro San Martín”. Y, quizás, sea una de las pocas personas en toda la sala que reconoce de qué teatro nos habla el texto de Quinteros. Quizás sea una de las pocas personas que figura todos sus rincones en la cabeza y extraña así, mucho, a la ciudad de Córdoba. Esa Córdoba del Cordobazo que Inés nos recuerda. Sin embargo ese teatro podría ser el de cualquier sitio, pues hay en Mariposa de pies descalzos una universalidad que traspasa los límites geográficos.
La actuación de Ingrid Pelicori es sublime. El texto de Luis Quinteros, poesía pura. Y Mariposa de pies descalzos, treinta minutos de emoción y piel de gallina que logran que una ame a Córdoba, a su teatro y a su gente, todavía un poco más.
Autor: Luis Quinteros
Directora: Laura Yusem
Actriz: Ingrid Pelicori
Asistente de dirección: Julieta Alonso
Mariposa de pies descalzos se presentó durante el mes de mayo de 2014 en el marco del ciclo de obras en homenaje a Teatro Abierto, en el Teatro del Picadero (Pasaje Santos Discépolo 1857, Ciudad Autónoma de Buenos Aires).
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