DIMENSIONANDO LA CINEFILIA
Por Lucas Asmar Moreno
@lucasmorenito
Tres D es una película ensayística que multiplica sus líneas conceptuales hasta disolverlas en una efervescencia optimista, poco cerebral y descomprometida. La clausura del relato se asemeja a una partida de ajedrez abandonada por cansancio o dispersión, donde cada problema relativo a la representación cede ante una excitación juvenil que le resta importancia.
Documental y ficción no son excluyentes; logran una hibridación que ubica a Tres D en el estatuto de lo inclasificable. Es una película de remaches buscándose entre todas las prácticas del cine, como un lienzo absoluto en donde críticos, realizadores, productores, amateurs, estudiantes, cinéfilos, programadores y espectadores se hacen visibles por algún rincón.
Semejante entramado polifónico es prolijo, reafirmando el sentido rítmico que Rosendo Ruiz ya demostró en De Caravana. Las escenas duran lo justo, sin preocuparse por las anteriores o las siguientes, asimismo los planos. Esta irreverencia del timming logra en su conjunto una musicalidad jazzera. Algo similar sucede con las actuaciones: libradas a la improvisación, oscilan entre el destello y el ruido. Algunas líneas de espontaneidad mágica compiten contra cadencias trabadas, superposiciones de diálogos que delatan un rodaje guerrillero. De todos modos, el desajuste actoral se rinde ante la frescura de Matías Ludueña y Micalea Ritacco.
A medida que Tres D acrecienta su choque discursivo, mantiene la coherencia dramática: Rosendo Ruiz es un encastrador habilidoso de piezas; el material documentado, con testimonios lúcidos y elitistas, se ajusta al vodevil romántico, logrando que el jaque a la representación no se agote en un chiste metadiscursivo. Tres D adquiere así un carácter cuántico y paródico: su simultaneidad pierde gravedad gracias a la ironía que caracteriza al director. El humor desarma la complejidad intelectual, haciendo que Tres D se ría de los festivales, del mainstream, de la crítica, del sistema selectivo, de la nostalgia al celuloide, de los estudiantes soñadores y del cine de autor. Pero al ser ella misma una película fragmentaria, se ríe reconociendo que en ese surtido de componentes está su substancia. Si Tres D caricaturiza, lo hace por efecto refractario.
Pese su gracia, la acumulación de mandamientos cinematográficos empuja a la película hacia una encrucijada. Su escapismo será curioso y consecuente: cada interrogante del oficio cinematográfico se descompone bajo la concepción primitiva del festival en tanto fiesta, esa alteración carnavalesca del sentido.
Sin asumir ninguno de los estratos intelectuales que propone, Tres D se licúa en la búsqueda de su propia epifanía. Olvida la exégesis y vuelve a la comedia romántica de origen. El relato culmina con una resaca en donde los polos bajan sus resistencias y entran en comunión. La última toma sintetiza la naturaleza anti-intelectual del filme. El corte del beso dado en su inmediatez marcará ese instante que desorienta al universo. La fiesta como fuga de sentidos es, después de tantos aparatos teóricos, la humilde, bienvenida y sencilla moral que predica Tres D.
Calificación: 6,5 búhos
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Título: Tres D
Título original: Tres D
Año: 2014
País: Argentina
Duración: 91 minutos
Dirección: Rosendo Ruiz
Guión: Rosendo Ruiz, Alejandro Cozza, Ramiro Sonzini
Producción: Inés Moyano, Carla Briasco. Florencia Bastida, Alejo Navarro, Juancho Croce
Intérpretes: Matías Ludueña, Micaela Ritacco, Lorena Cavicchia, Eduardo Leyrado, Maura Sajeva, José Celestino Campusano, Gustavo Fontán, Nicolás Prividera, Germán Scelso, Alejandro Cozza
Dirección de Fotografía: Pablo González Galetto
Dirección de Arte: Julia Pesce, Carolina Bravo
Sonido: Atilio Sánchez
Música: MCTP
Montaje: Leandro Naranjo, Ramiro Sonzini, Rosendo Ruiz
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