Crítica Teatral: “EL SR. BERGMAN Y DIOS”

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REINVENTAR EL TEATRO, EL CINE, UNA VIDA: AMAR, EN FIN.

Por Javier Martinez Ramacciotti
Rama

 – Sobre El Sr. Bergman y Dios –

“Hay que reinventar el amor, ya se sabe”
Rimbaud

Son muchas las aristas por donde podría ingresar para escribir algunas palabras sobre la obra de teatro “El Señor Bergman y Dios”, dirigida por Luis Quinteros; detenerme en las precisas y variadas composiciones actorales, atender al juego de la iluminación que interviene como un agente de acción más, resaltar la dirección que pareció colocar cada elemento en su puesto necesario sin por ello atenuar el efecto de azar siempre imprescindible en lo que al shock estético corresponde. Digo, todo ello sería justo en una obra de teatro donde la astucia compositiva y formal no sólo no diluye la potencia afectiva sino que la despliega en semblantes inéditos. Sin embargo, sería detenerme en un presupuesto obvio, y que por obvio no puede ser el despliegue de la escritura: que “El Señor Bergman y Dios” es sólo una obra de teatro. Y no, no lo es; al menos no es sólo eso. Bergman, el nombre Bergman, convoca a la escena teatral al cine y a la vida, y en esa cita- que no es a ciegas pero tampoco totalmente concertada- las tres comparecen una a otra buscando aquello que cada cual puede otorgar como cifra de intensificación. Digámoslo con una frase certera: la obra reflexiona- con una reflexión en acto, sin metateatro, una reflexión sensible- sobre los recomienzos posibles del cine, el teatro y la vida, y de qué modo es el amor la potencia que opera como posibilidad de ello. O también: cómo recomenzar y amar son dos verbos que se declinan de la misma manera, y cómo Bergman, el nombre y la obra, intentarán declinarlos hasta las últimas consecuencias.

Lo primero que observamos al sentarnos en la sala es una proyección sobre una pared al fondo de la escena de una película de Chaplin, film que observan de igual manera Bergman y sus mujeres; esto es, antes del inicio de la obra, lo que antecede es el cine, pero no cualquier cine sino sus comienzos, la infancia del cine. Del mismo modo, la obra emprende sus movimientos justo cuando se proyecta el “The End”, es decir que estrictamente comienza luego de un suspenso, de una detención, vuelve a comenzar; si el filósofo Badiou afirma que el Cine es el procedimiento artístico que implica a las demás artes- y por eso su ser “el último arte” no es un agregado sino que lo es en un sentido estructural-, ¿cómo recomenzar el teatro, su potencia y singularidad, tras la emergencia del cine y su inclusión de aquél en éste? No es una pregunta que se explicite en los diálogos ni en los monólogos, pero que actúa como insistencia desde que el cine y sus elementos, anudados en Bergman, son convocados a comparecer en la arena del teatro. “El señor Bergman y Dios” no responde a la pregunta por el recomienzo del teatro convocando a ningún “volver a…”, la inclusión del cine desde la escena de apertura deja constancia de una irreversibilidad histórico-temporal: el cine sucedió y hay algo de ese acontecimiento que le compete al teatro metabolizar. Pero la interrogación de la obra es en nombre del teatro, de su reincidencia transformada; la intrusión del régimen cinematográfico se hace en nombre del amor al teatro: no a una supuesta esencia sino a su forma por venir. En este sentido, la obra pareciera sugerirnos que el recomienzo del teatro se hace desde el comienzo del cine (su infancia, Chaplin), porque sólo en esos espacios larvarios, formativos, los umbrales de distinción( “esto es cine, esto es teatro”) son aún precarios permitiendo márgenes de experimentación, y que en su colisión y cruces existe una reserva permanente de energía para tirar de nuevo las cartas del teatro para otra partida.

Amor al teatro y su recomienzo, sí, pero también amor al cine y sus imágenes. La obra entera puede verse como un precioso homenaje al cine, a la dificultad del cine, a su encarnadura y los cuerpos que en él intervienen. Dicho de otro modo: la inclusión de Bergman, de sus actrices, de fragmentos de películas, etc, conducidos a pequeñas escenas vitales y cotidianas, generan un efecto que es el de mutar la escena de separación/distancia del cine en una escena de performance, de cercanía y contigüidad. La pregunta pareciera ser: ¿cómo recomenzar el cine, es decir, cómo retomar sus imágenes y darles una continuación en “la escena de la representación”, aquella escena que de algún modo el dispositivo cinematográfico suspende- el efecto de representación y puesta? ¿Cómo encarnar las imágenes excarnadas en la separación del espectáculo, en esa esfera donde las imágenes pierden su valor de uso, y se vuelven sagradas, intangibles? ¿Cómo, en resumen, vivir y volver vivibles las imágenes? Nuevamente, la pregunta por el amor, por su potencia de repetición y diferencia, de redención y salvación: ¿cómo amar una imagen hasta transformarla en una imagen vivida, otorgarle una sobrevida y sobrevivir también en ella? Todo lo cual se expone sin tantas palabras en la hermosa escena donde las actrices acarician imágenes de personas proyectadas en la pared y lo hacen con tanta delicadeza, con tanta sutileza, con tanto amor, que tenemos que aceptar que en ese efecto de luz- la imagen proyectada en la pared- hay un sustrato de carne, una piel finísima adherida a la pared.

Amor al cine y al teatro, a sus recomienzos, pero también (¿sobre todo?), obra sobre el recomienzo de la vida, de una vida, de esa vida singular y la (im)posibilidad de que el espacio de ese recomienzo sea el arte. En las diversas escenas circulan «las mujeres de bergman», sus cuerpos, sus imágenes y sus nombres; pero hay un nombre- Ingrid- que insiste en presencia espectral, en su insistencia por falta, o por asomo lateral, como si todas las herramientas disponibles del arte y la imagen no pudieran, después de todo, hacer presente una vida real; como si recomenzar el teatro y las imágenes fuera condición necesaria para recomenzar una vida, pero no suficiente. Y por eso la obra concluye con una pregunta y un nombre; con una duda acerca de la posibilidad de ese nombre: Ingrid. La obra inicia con el fin del cine (el último arte) y concluye con la ofrenda de una sospecha: un espacio donde imagen y palabras se agotan y sólo resta un grano de luz sobre la palma de la mano de Bergman (una luz de una crudeza al borde de la representación, rozando una imposible naturalidad). Encontrar en ello, en ese vestigio que casi nada promete, la cifra de una vida y la promesa de un reencuentro- como pareciera hacerlo Bergman- , tiene un antiguo nombre que vale la pena conservar a condición de reinventarlo: amor. Esta obra es un ejercicio denodado de conservar el amor- al teatro, al cine, a las imágenes, a las mujeres, a una vida- y de inventarle una nueva figura.

Y es por ello, sin más preámbulos, una obra amable: lo único de lo que vale la pena escribir, lo único de lo que vale vivir.

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Funciones: Miércoles 26 – Jueves 27 de Noviembre  ::  20:30 hs.
Lugar: Sala Azucena Carmona del Teatro Real (San Jerónimo 66)

Actores: Cecilia Blanco/ Viviana Grandinetti /Vanesa Alba  / Florencia Oviedo/ Sofi Panzitta/ Nancy E Sambataro/ Daniela Valdez  / Raul Sanchez
Audiovisual, diseño de sonido y diseño gráfico: Cristina Smargiassi
Diseño escenográfico, lumínico y asesoramiento de vestuarios: Facundo Dominguez
Fotografía: Diego Ruiz
Asistencia de dirección: Santiago Pianta
Texto: Marcelo Bertuccio
Dirección general: Luis Quinteros

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+ acerca de Javier Martínez Ramacciotti:
Nació en Córdoba, 1985. Participó de las antologías de jóvenes narradores Es lo que hay y Los nuevos, ambas editadas por Babel, y de Dieciocho. Antología de poetas hombres de Córdoba (Tinta de Negro Ediciones). Ganó el Primer premio del Concurso Literario El Banquete 2011 y fue seleccionado también con el primer premio del II Concurso Nacional de Poesía “Taller Latinoamericano de Poesía Fundación Pablo Neruda 2012” Publicó: Fondo Blanco (Alción, 2011), Papá-Oso (La Sofía Cartonera, 2013) y Alto Mediodía (Llanto de Mudo, 2014) y participó de los libros colectivos de ensayos: La Obstinación de la escritura (Postales Japonesas, 2013) y Violencia y Método. De lecturas y críticas (Letranómada, 2014). Es editor de la Revista Digital Caja Muda: www.revistacajamuda.com.ar

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