LA CHICA QUE UN POCO FUE KLAUS KINSKI Y QUIERE ARMONIZAR LAS SEMILLAS DE HINOJO CON EL JOHNNY WALKER
Por Emanuel Rodríguez
[entrevista extraída sección CHAT La Voz del Interior]
Tenés que verla en acción: hay algo que ella transmite que no se puede explicar ni traducir en palabras. Pura experiencia. Una mezcla de risa y emoción, como si te pusieran frente a los ojos la razón de tu vida pero con nariz de payaso. Formó parte de las huestes del ejército hipersensible e iluminado que todavía se llama –como una negación de su destino– Teatro Minúsculo, y del grupo 0.ellas. Cuando se fue de Córdoba dejó la impresión de que se iba para no tocar el techo: ahora forma parte de ese under porteño que convierte a la capital federal en pura tentación.
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– ¿Recordás el primer momento en el que deseaste ser actriz?
Por mucho tiempo creí que la edad de la «decisión» había sido a los 11 años. Que en ese momento dije «bueno, vas a ser actriz y si querés ser actriz tenés que apuntar a lo máximo, si no ¿para qué?”. Y en ese momento pensaba que lo máximo era actuar en películas de Hollywood, obviamente. Esa idea de apuntar a lo mejor y buscar lo perfecto en no sé qué sentido, que a mis 11 años significaba no sé qué idea de un mundo fantástico del cine. Con un par de años lo de Hollywood fue (of course). Aunque algo de esa forma de buscar ser “la actriz profesional” o la super actriz siempre me guió, me parece. Para bien o para mal; una búsqueda de perfección que a veces es mi aliada y otras una manía obsesiva contra la que lucho.
Pero en fin, hace unos años revisando unas carpetas de la primaria con mi mamá, encontramos mi carpeta de 2º grado y bajo el título «¿Qué quiero ser cuando sea grande?» había dibujado un escenario circular muy, muy alto (¿será porque soy muy petisa?) y arriba una nena rubia con tacos, y por encima de ella 2 spots de luz gigantes apuntando hacia ella. Las líneas de los haces de luz muy, muy grandes, como que quería que se me vea, ¿no? Es decir, a los 7 años ya sabía que quería ser actriz, pero no me acordaba. Otro pensamiento infantil que recuerdo sobre la actuación era que si era actriz podía jugar a ser todas las profesiones, porque en un momento le pregunté a mi mamá que hacían los arqueólogos y me acuerdo que lo que me respondió sonó bastante aburrido, ya que yo me esperaba la adrenalina que había visto en Indiana Jones. Y un poco me di cuenta que lo divertido no era ser arqueóloga sino actuar de Indiana Jones.
– ¿Qué importancia tuvo en tu formación la Escuela de Teatro de la UNC?
Fue muy importante biográficamente, en cuanto allí conocí a la gente con la que laburé muchos años en Córdoba (0.Ellas) y con la que, creo yo, me hice actriz. Luego, por supuesto, creo que los actores no se forman en instituciones más allá de lo que éstas puedan aportar. La formación actoral es un espacio muy personal que dura toda la vida y que en cada cuerpo genera actores únicos, por eso es muy importante ser muy particular con la formación de uno. Ir buscando el actor o la actriz que uno quiere ser, y para eso estar muy permeable al movimiento. Un actor que no sabe moverse justo a tiempo es un mal actor.
– ¿Por qué te fuiste de Córdoba?
Razones personales y razones profesionales, todas mezcladas en un gran miasma. Tiene que ver con algo de lo que puse antes, saber moverse justo a tiempo. Antes de ser algo o alguien que no quisieras ser. Antes de tener demasiada seguridad sobre algunas cosas. Antes de poder imaginar todo lo que se viene y aburrirse. Fue difícil porque ya era como grande y en Córdoba sentía que me iba bien, de hecho cuando me fui estaba en un muy buen momento con lo que estaba haciendo actoralmente. Pero fue una de las mejores decisiones que tomé en mi vida adulta (personal y profesionalmente- aspectos que nunca van separados por supuesto, y menos en la actuación).
Siempre es bueno independizarse de la familia. Te pone a prueba y te hace volver a nacer para afirmarte o perderte o enloquecerte. Pero siempre salis distinto del viaje.
– ¿Por qué volverías?
En este momento no imagino volver, estoy afianzando mi vida acá y eso lleva su tiempo. Vuelvo todos los veranos y amo muchas cosas que extraño como el sol fundamentalmente y sobre todo los patios soleados y familiares de domingo. Pero por suerte estoy cerca.
– ¿Cómo se siente una actriz cuando no hay público en la sala?
Heroica. Para mí actuar en teatro independiente es como ser una super heroína y el teatro independiente tiene muchas noches con poco público en la sala. Lo groso es que haya 2 públicos, salir y romperla. De hecho me pasó muchas veces, históricas funciones con tan pocos espectadores que antes hubo que decidir si se hacía o no. ¿Cómo no la vas a hacer? La desproporción del gesto (matarse actuando para tan pocos), lo anti mercado del asunto, lo vuelve muy poético. Aunque igual sea una mierda y uno quiera risas, llantos y aplausos festivaleros.
– ¿Es importante que la gente se pare a aplaudir?
No. Es importante que estén con vos en cada centímetro de tu recorrido escénico. Magnetizarles la mirada y que no puedan hacer nada más que mirarte. Que respiren con vos. Que suceda ese fenómeno químico, eso es esencial.
– ¿Qué emociones sabés que transmitís mejor que nadie?
Sé que puedo hacer reír. Tengo un tipo de humor particular mío, creo, como actriz. Pero como querer, quisiera poder transmitir toda la gama de emociones posibles del universo. Pero habría que ser uno que me mira actuando, no sé…
– ¿Cuál es el sketch del Teatro Minúsculo que recordás con más cariño?
¡Uy, muchos! Fui muy feliz con el Minúsculo y el Minúsculo es parte de la actriz que soy hoy y para siempre. Recuerdo uno en Documenta con Lili y Flor (creo) que teníamos vestidos de colores y éramos muy borrachas y llorábamos cantando La llorona (lo recuerdo muy intenso). Uno groso con Xavi haciendo de mi hermano en un rancho de Texas (eramos bien yanquis de derecha) y dreizik era nuestro hermano que se confesaba gay, y Jorge aparecía por momentos como un cowboy lyncheano y detenía el tiempo. Muchos minúsculos cinematográficos que me permitieron hacer con Flor Bergallo una remake de Persona de Bergman por ejemplo, un delirio.
– ¿Cómo describirías a Gonzalo Marull frente a una persona que jamás haya visto una de sus obras?
Una especie de chico que fue a una escuela de curas y al mismo tiempo leyó Macbeth y al mismo tiempo caminó por las calles de Córdoba y al mismo tiempo dejó de vivir para ver películas y series y al mismo tiempo fue fanático del fútbol y al mismo tiempo vio películas porno y al mismo tiempo escuchó a Mozart y al mismo tiempo sufrió por amor y al mismo tiempo fue amable y educado y caballero y al mismo tiempo irascible y desquiciado y freak y que con todo eso escribió unas obras.
– Tenés que interpretar a la presidenta. Estás frente a la plaza de mayo, repleta de gente. Te dicen: “improvisá”. ¿Qué decís?
No sé qué digo, pero salgo y la descoso, como hace ella cada vez que se asoma.
– Cuándo dormís, ¿soñás que estás actuando?
No, más bien sueño que vivo, que es muy parecido a soñar que actúo.
– ¿Cómo te gustaría vivir los próximos cinco años?
En el escenario seguramente. Y en mi casa también, que la amo. Y en las salas de ensayo ensayando cosas lindas que me trasladen a nuevas realidades más perfectas que la vida. Y en el mar por momentos haciéndome la escritora. Y con la energía suficiente para poder estar allá y acá y más allá. Pero sobre todo serena y en paz y con rock and roll al mismo tiempo (lo más difícil y lo más divertido).
– Estamos en 2030. Una sala de teatro de Córdoba lleva tu nombre y la están por inaugurar. ¿Con qué obra te gustaría que eso suceda?
Si tienen que ser de las que hice en Córdoba no me decido si por Yesterdei o por La noche falsa (amo a ambas). Aunque si es por mi optimismo futurístico, seguramente con alguna obra que todavía no hice y será mejor.
– Entre tus contemporáneos, ¿de quiénes aprendiste más?
En Córdoba aprendí de mis compañeros. Aprendí a actuar junto a 0. Ellas y el Teatro Minúsculo. Era la mejor forma de aprender en Córdoba y estoy orgullosa de mis 2 familias originarias, a las que les debo sobre todo mi oficio en el sentido más profundo del término. En Buenos Aires tuve un maestro, Ale Catalán, que me impulsó a particularizar mi actuación y volverme más yo que nunca. Y aprender, aprendo todo el tiempo. Soy una persona ávida de aprendizaje todo el tiempo. ¿Que sería de mí (y por lo tanto de mi actuación) hoy, sin todo lo que aprendí del yoga, por ejemplo?
– ¿Qué hacés cuando te olvidás la letra de la obra en la que estás actuando?
Nunca me olvido de la letra. Siempre se la olvidan mis compañeros.
– ¿Cuáles son las palabras más importantes para pensar el teatro contemporáneo?
Que suceda algo por dios, es lo único que le pido al teatro contemporáneo. Contemporáneo o no, yo al teatro le pido actores que transpiren la camiseta, que se sientan y vean distintos después de terminada la función. Que vayan más allá de ser cool y demostrarnos lo lindos e inteligentes que son y las brillantes ideas que tienen. Es difícil, no hay nada más difícil que hacer teatro. Me acuerdo de José Luis Valenzuela que en la Facultad una vez nos dijo que hacer buen teatro era más difícil que hacer física. Hay demasiadas variables a tener en cuenta y es mucho lo que hay que revolucionar en uno para que pase algo. Obras de teatro hay muchas. Experiencias teatrales intensas en la vida, uno vive pocas. Por eso la gente va más al cine.
– ¿Por qué las actrices comen galletas de arroz?
Las actrices comemos galletas de arroz (aunque yo las haya reemplazado por el pan integral multicereal orgánico) porque estamos ávidas de terapias alternativas que perfeccionen nuestros cuerpos para tener cuerpos perfectos que logren actuaciones perfectas. Como las de Hollywood, pero por acá. Divas del tercer mundo. El hidrato de carbono, por otro lado, es muy enemigo de la predisposición de agilidad animal que requiere el escenario. No así el whisky, que siendo muy negativo en sus efectos para la salud (y muy por fuera de todo macrobiótico-ayurveda-vegetarianismo), es muy estimulante para predisponer el ánimo escénico. La pregunta sería, ¿cómo hago para que convivan en armonía las semillas de hinojo y el Jhonny Walker?
– ¿Cuál fue la idea detrás de 0.ellas?
Actuar. Hacer Teatro. Aprender a actuar actuando. Para eso necesitás gente que juegue con vos, que se divierta con lo mismo, que se ría de los mismos chistes y que esté dispuesta a ensayar hasta las 3 de la mañana, o a improvisar todo un domingo sin director y con el único tope de un reloj despertador que determine el fin de la improvisación.
– ¿Cómo se remonta una improvisación que no está saliendo bien?
A veces no se remonta. Cuando se remonta, es cuando te das cuenta de lo que está pasando, con quién estás actuando y por qué, y le volvés a dar sentido a todas esas variables en el momento presente, y sin que medie tiempo entre que pensaste todo eso y lo hiciste cuerpo.
– ¿Qué es importante saber antes de lanzarte al vacío?
Que una función que se pierde, es un momento en el que decidiste estar más o menos vivo pudiendo haber estado más vivo que nadie en esa sala. Que no hay nada que perder. Que lo más importante es la fe. Que si te predispones al vacío con todo lo que tu cuerpo ya sabe y te entregas a la experiencia de la actuación, podes experimentar lo absoluto, la trascendecia del yo y todas esas cosas que parecen mentira pero existen. Que si tenés una mala función, solamente te queres ir a dormir de mal humor. Y que si tenes una buena función, sentis que te mereces todo: el mejor novio a la salida del teatro, la mejor cena, el mejor sexo, el mejor sueño en la mejor cama.
– ¿De qué personaje que hayas interpretado aprendiste algo sobre la vida, el amor o la muerte?
Aprendí de Klaus Kinski mucho sobre la vida y la actuación, sobre la violencia de la vida que se impone. A Kinski cuando actuaba no le importaba nada, arrasaba con todo porque no tenía absolutamente ninguna duda a la hora de crear sus criaturas. Él decía que se transfiguraba en los seres que componía. Y yo, aunque sonara bien ridículo como hazaña, quise transfigurarme en él para aprender un poco como se sentiría ser genial así sin culpas. Quise homenajear a la actuación (a un tipo de actuación) en la figura de él. No quise hacer una parodia, me lo tomé muy en serio porque era la única forma en que le encontraba sentido. Sólo alguien con una libertad creativa como Marull pudo haberme dado el marco para poder crear algo tan impensable. Y lo bueno es que siento que un poco fui Kinski. Y fue genial. Nada mejor que sentir un poco el poder inconmensurable que sentía él cada vez que actuaba, como diciendo permanentemente «no se te ocurra dejar de mirarme, aunque lo intentes nunca lo lograrás». De nuevo, aprendí que sin fe no hay nada.
– ¿El videoclip de qué canción te hubiera gustado protagonizar?
Common People de Pulp. Across the universe de Fiona Apple (sentirme tan imperturbable cuando todo alrededor es un quilombo). Like a Prayer de Madonna (me hubiera gustado ser Madonna haciendo revivir al cura negro con un beso). Nothing compares to you de Sinead O Connor (me hubiera gustado exponer mi rostro con tanta contundencia como ella).
– ¿Prestás atención al comportamiento de la gente mientras estás componiendo un personaje?
Todo el tiempo presto atención al comportamiento de la gente. Es el material de composición del actor. Mientras más singular tu observación, más singular tu composición.
– ¿Qué característica propia del teatro te gustaría que tuviera la vida real?
Que uno pudiera ensayar algunos momentos para que salieran mejor sería genial, poder cambiarle algunos diálogos, algunos gestos innecesarios o que arruinaron todo, por ejemplo. Que uno pudiera repetir ciertos momentos como funciones que se hacen una y otra vez hasta poder entenderlos mejor. Que las cosas se correspondieran estéticamente en la vida como en el teatro: tener el vestuario adecuado para el papel que estás actuando, la escenografía ideal, la iluminación correcta etc. Y por último, que pudieras escuchar risas cuando hiciste algo muy gracioso o pensaste algo muy ingenioso y no lo vio ni escuchó nadie. Pero mejor aun: que haya gente que llore con vos cuando llorás. Siempre me parecieron un desperdicio escénico esos llantos que están re dedicados y sin embargo no los ve nadie.
– Sobre el escenario… ¿alguna vez tus lágrimas fueron reales?
Sí, claro, nada mejor que llorar en el teatro, y nada más reparador que, si tenés que llorar, tener ese marco para poder hacerlo. Un privilegio estético.
– ¿Y tu risa?
Sí y no. Cuando actúo que río, río. La actuación es real aunque no pienses en tu abuelita muerta.
– ¿Quién es la mejor actriz del mundo?
Gena Rowlands.
– ¿Si pudieras escribir la tapa de los diarios de mañana, qué noticia te gustaría poner en los títulos principales?
SÍ, TE ESTAMOS MINTIENDO TODO EL TIEMPO.
– ¿Cuántos años de entrenamiento necesita una actriz antes de subir al escenario?
Subirse al escenario es parte del entrenamiento. Así que hay que formarse, hacer cursos, vivir, tener divorcios, enamorarse, subirse al escenario, conocer gente, viajar, ver películas, leer, ser feliz, ser infeliz, estar super centrada, desequilibrarse mal y mientras tanto ir actuando.
– ¿Cómo te gustaría terminar esta entrevista?
Con palabras de Kinski, de su autobiografía “Yo necesito amor” (altamente recomendable). «Una vez de pequeño, me puse la ropa de mi madre, porque no tenía otra cosa con que jugar. Mi imagen en el espejo me fascinó: mi reflejo era como una sucesión de imágenes superpuestas que se penetraban las unas a las otras; mientras mi atuendo se transformaba sin parar. La ropa de mi madre se transformaba bajo el impulso de mis fantasías, que conjuraban el resurgimiento de mis vidas pasadas. O de mis vidas futuras. Es la encarnación lo que determina el atuendo. Sin ella, la ropa carece de sentido. Queda anónima, como en el carnaval, donde cualquier persona puede estar oculta tras cualquier disfraz».
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